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Caminé aturdido por pensamientos vagos acerca de mi pasado. Me fui adentrando en un panorama intenso y desolador, para sobrevivir debería aprender a andar sin flotar. Aqui nadie será arrastrado por la corriente como en el agua, fue lo primero que imaginé. ¡Qué equivocado estaba! Pronto aprendí que la vida fuera del agua es solo movida por corrientes profundas e invisibles, que vienen de lugares indecibles, impensados y colectivos. Quise volar y comprobé que ese don no se me había otorgado. Seguí con paso rengo y gracioso cargando penas mías y de otros. Se me nublaban los ojos detrás de cada sorpresa. La quietud de la noche con sus sonidos sordos fueron mis compañeros más confiables. El arte de observar el equilibrio de las cosas me llevó a entusiasmarme como parte de un todo. La creación imperfecta tenía su belleza y por momentos, detrás de la oscuridad, aparecía una insólita belleza patrimonio de la vida misma.
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